Siguiendo al maestro Stephen Gilligan

Stephen Gilligan.

“Ahora me doy cuenta de que… y puedo dejar que esta conciencia me lleve más profundamente hacia mi meta”.
Este fluir de la vida mental del individuo establece un estado para aceptar la emergencia de la parte creativa de nuestra mente… esa mente inconsciente que contiene en sí misma la potencialidad del cambio de hábitos y conductas. Me refiero a ese inconsciente donde, según el maestro Zen Desimaru, reside la verdadera sabiduría y la intuición (actividades o funcionalismos del hemisferio cerebral derecho, soporte anatomofisiológico del inconsciente creativo). A veces aparecen imágenes no comprensibles para la mente consciente… ¿fantasías? ¿sugestiones? Conviene no precipitarse en el análisis racional. La mente consciente necesita un tiempo de aprehensión de los contenidos…
Gilligan nos cuenta:
“Un individuo practicaba este proceso de auto-hipnosis (auto-trance) con la meta de mejorar su éxito profesional. Adquirió consciencia sobre ciertas imágenes de sí mismo como un niño sentado y triste. Al continuar, apareció la imagen de un anciano con aspecto de sabio. Después se desarrolló una conexión entre el niño triste y el afable anciano y el cliente sintió un cambio interno profundo. Tardó varios meses en darse cuenta de que esto suponía una integración de una parte deprimida de sí mismo, que acarreaba la creencia de que no era posible un futuro positivo”. 
Aún a través del trance generativo de la hipnosis que implica eficacia y eficiencia, y también comparativamente con cualquier otra técnica terapéutica, un método rápido en la consecución de objetivos o cambios, se evidencia una vez más que la naturaleza no da saltos. Todo tiene su tiempo. Tiempo para sembrar y su tiempo para recoger la cosecha de lo sembrado. Tanto el profesional como el paciente deben tenerlo en cuenta. Este último –protagonista de la acción terapéutica– no debería dejarse engañar por el estafador que le prometa hipnosis rápida y formulas milagreras. Porque, aunque perjudicial, aunque esté limitando o perjudicando áreas de la vida del individuo, ese hábito o conducta “negativa” cumple un efecto compensador.
Es como una mesa de madera de cuatro patas que tuviera una de ellas atacada por la polilla o carcoma y la cortáramos. Se desequilibrará y se desnivelará. ¿Hay que quitarle la pata? Sí. Pero a cambio para seguir manteniendo la mesa equilibrada, lo que necesariamente implicará colocar otra cosa en su lugar. Algo que mantenga lo mismo que la pata quitada y satisfaga o compense lo mismo, pero que sea más saludable y más acorde con el yo adulto y evolucionado.

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