Lo más importante para mí de mi intervención quirúrgica no era la operación en sí misma, a pesar de que el cirujano maxilo-facial aseguraba que era delicada y que había que actuar con relativa rapidez (por el daño que ya me estaba ocasionando). Lo importante era cómo afrontaba yo este evento.
La muela del juicio y el quiste, unidos en su afán destructivo, se habían aliado y éste ya estaba comiendo parte del hueso de la mandíbula izquierda. Si no se ponía remedio, el dichoso quiste seguiría aumentando y, después, iría por el resto de la mandíbula, piezas dentarias incluidas. Y, como estaban a milímetros del nervio de la mandíbula, amenazaba con rompérmela también.
¡Menudo malandrín!
Lo más importante para mí en esta prueba personal era: ¿Cómo iba yo afrontando el día a día, la larga –parecía interminable– espera después de las pruebas pre-operatorias realizadas?.
Según protocolos médicos, tenía seis meses de espera como máximo. Pero en cualquier momento, casi de un día para otro, me podían llamar.
Así han pasado más de cinco meses. En el intermedio, mi viaje a México DF, invitado a participar en el I Congreso Internacional de Hipnosis Introspectiva Aureliana.
Un curso intensivo de Hipnosis y Patrones de Cambio en PNL y, de regreso, varios cursos en diferentes provincias de España.
Los días previos me han puesto a prueba. La mente se dispara, experta en pensamientos anticipatorios negativos. Realmente es el miedo que tenemos escondido y que aflora cuando menos lo necesitamos.
La lucha interna se establece. La ansiedad, angustia y miedo a que salga mal se enseñorea, provocando un estado de conciencia que desborda todo el sistema nervioso, el aparato cardiovascular y, en general, todo el organismo a ratos. En la mayoría del tiempo guardo calma y tranquilidad. Simplemente me observo a mí mismo. Me disocio y aprendo de lo que ocurre en mi interior mental-emocional. La vida me está dando una magnífica oportunidad con esta prueba, extraordinaria experiencia.
Las tres pruebas médicas, radiografías y TAC incluido lo pintaban grave: la muela del juicio y el quiste unidos avanzan victoriosos hacia el nervio de la mandíbula. Si llegan a él, rompen la mandíbula y después van a por todo lo que lleve hueso… ¡Y ya están muy cerca del nervio!
"Lo ponemos a usted en preferente porque debemos operar cuanto antes", me decían los médicos. ¡Caramba! Y me han tenido con esta incertidumbre (suena más fino que el vulgar miedo) más de cinco meses.
Otros pensamientos positivos, que te dicen que tranquilo todo irá bien. La lucha interna. Desasosiego, angustia, nerviosismo, momentos de calma… y tiempo de sobra para vernos cara a cara sin artificios.
Y de vez en cuando me hago una pregunta a mí mismo; ¿De qué me sirven 37 años de investigación psicológica y trabajos internos sobre mí mismo, amén de las experiencias con miles de alumnos y clientes en terapia?
Me sonrió con cierto pudor cuando recuerdo que hay amigos que me llaman últimamente “maestro”… no sé si me lo dicen por viejo o porque realmente me ven así.
No importa, yo tengo un asunto muy íntimo conmigo mismo. Puesto que esto es lo que hay y me toca ahora en este momento de mi vida: ¿qué estoy aprendiendo?, ¿para qué me sirve esta experiencia?
Siempre he pensado que el miedo, el sufrimiento gratuito, es decir, lo que sufrimos y no aprendemos de ello nada, no nos aporta fuerza, confianza u otro estado de conciencia ha sido algo estúpido, inútil… es lamentable que no hayamos aprendido nada de esta experiencia.
¿Sufrimiento en balde?
Intenté simplemente observar mis cambiantes estados de conciencia. La dualidad: “todo irá bien, tranquilo” / “seguro que sale mal y… preocúpate”.
Una parte equivocada de mi mente intentaba aislar y reprimir los malos pensamientos y peores estados emocionales de ansiedad y prefería dar la bienvenida a los buenos pensamientos. Error grande, simplemente mantenía la lucha o conflicto interno.
Estúpidamente y sin darme cuenta, establecía una lucha entre dos partes antagónicas.
Mis estados de conciencia variaban.
¿Dónde estoy fallando?
Qué fácil es aconsejar a los demás… pero cuando uno debe aplicar estos métodos la cosa cambia. Me sentía un poco falso hacia mi labor terapéutica. ¡Maestro! ¿de qué…?Aquí se nos ve el plumero. El espejo en que uno se mira sin escapatoria, donde damos la medida de lo que realmente uno es.
De repente, me di cuenta: estoy divido entre dos partes que se disputan la supremacía de mi conciencia.
Pero las dos quieren lo mismo en el fondo.
Solo que cada una tiene una idea distinta. Las confronté a las dos, las puse cara a cara y yo, como centro de gravedad, me puse a observar, di la bienvenida a las dos. Les di las gracias, reconociendo que las dos forman parte de mi y a su manera, cada una quiere lo mejor.
Reconocí que pueden equivocarse en la forma, mas no en el fondo.
Entrando ya en el quirófano y viendo que no había marcha atrás (sobre todo, porque cerraron la puerta) me dije a mí mismo:
“¡Caramba, Horacio! Tú, a tus 64 años y con 37 años de experiencia en el estudio de la mente, ten un poco de seriedad, eres un maestro, un ser espiritual, dale las gracias a la vida por haberte dirigido a este quirófano, aquí estas frente a ti mismo. ¿No querías saber en qué nivel de evolución personal y espiritual te encuentras? Pues ahora ya lo sabes”.
Me tumbaron en la camilla, me colocaron (aparte del suero que tenía enchufado desde las ocho de la mañana, y me operaron sobre las 13 horas) dos sondas por la nariz que me provocaron un daño tremendo y el anestésico pertinente, aparte de atarme brazos y manos (supongo para que no me escapara). Y ya, lo último que recuerdo, fue la voz de la enfermera preguntando: “¿Cuánto pesa usted Horacio?”. Luego, al despertar pensé: “Lástima que esto esté acabando, podría seguir aprendiendo más acerca de mí mismo y mi verdadero valor ante las experiencias de la vida”.
Bueno, soy muy afortunado por estar viviendo esta experiencia y, sobre todo, por descubrir la gran cantidad de amigos y amigas que me aprecian. Por lo menos sois cientos los que me habéis escrito deseando lo mejor y enviando toda vuestra energía y afecto para mí.
Casi casi estoy por operarme otra vez pronto… pero mejor no… para otra reencarnación tal vez.
Un abrazo enorme. Os doy las gracias a todo/as desde el corazón.
Los doctores han hecho un trabajo genial. Mi agradecimiento a ellos también.
A mis seres queridos (Gaztea, Isis, Dori) que me acompañaron desde el principio y se abrazaron cuando el cirujano maxilo-facial les dio la noticia “Todo ha salido bien” les llevo en el corazón y ellos lo saben.
La vida sigue y yo, de momento, con ella.
Y es que ya os lo dije:
“Vocatus Atque Non vocatus Deus Aderit”.
Damos gracias a Dios todopoderoso nuestro señor que ha escuchado nuestras oraciones por la salud de nuestro querido amigo y hermano Horacio que segun parece hasta ahora todo ha salido bien y eso nos alegra porque todo esto era delicado y con riesgo de cosas mas graves por eso, estamos contentos los que lo queremos tanto, saludos y abrazo fraternal Ruben Sierra
ResponderEliminarEste tipo de comentarios sobre la vida personal es lo que muestra que detrás del Maestro está la persona cercana que siente lo mismo que uno y eso es precisamente lo que lo hace especial, porque a pesar de ser tan humano trasciende su humanidad y se ubica en lo espiritual para saber llegar al otro como uno. Muchas gracias por darse.
ResponderEliminarEl miedo,es uno de los maestros,de la enfermedad;los otros maestros llegan despues;la pacienca y la costancia.¡Animo!coge unas pequeñas vacaciones;curativas "icatrizantes"y
ResponderEliminarVuelve otra vez al karma digo curro.
Posiblemente lo más importante que hace de una persona un maestro es el aprendizaje, tú mismo dices en tus clases que hay que estar abierto mentalmente y en todos los sentidos para que el aprendizaje sea de la mayor calidad. El haberte cuestionado a ti mismo por encima de tu trayectoria profesional hasta ese punto y haber volado raso por esa línea tan fina entre encima y debajo de ello para aprovechar esa oportunidad de aprendizaje es lo que evidencia el autocontrol y la capacidad de aprendizaje propia de lo que nos hace a los seres humanos ser, como te decimos tantos de nosotros, un maestro. Horacio, te llaman maestro porque lo eres...
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