¿Quién soy yo? (II)

(Continúa de anterior entrada en este blog).

Antiguamente, hace siglos, las formas religiosas estaban unidas: la Filosofía y la Psicología. Ya indicamos anteriormente que formas de expresarlas eran el arte, la danza, la arquitectura... Las catedrales góticas eran, por ejemplo, esencialmente tratados de Psicología. ¿Quién cuando visita una catedral sabe entender apropiadamente lo que cada signo o escultura le está mostrando bajo el ropaje del símbolo?
Más atrás en el tiempo, encontramos expresiones de la Psicología en los llamados 'Misterios', tales como los de Egipto y Grecia, entre otros lugares. Así, tenemos lecciones magistrales de Psicología encerradas en los contenidos de los mitos y símbolos interpretados por los sacerdotes a los cuales eran confiados los ritos celebrados en tales templos iniciáticos. Tuvieron un gran predicamento los de Eleusis, Isis, Anubis, Dionisio...
Después, cuando van desapareciendo los cultos y ritos mistéricos, la Psicología sobrevive a través de otros vehículos de expresión: astrología, alquimia, teosofía y otros afines. Lógicamente hay que saber interpretar el contenido de estos símbolos.
Sea como sea, al pasar a estudiar estos cultos y ritos, lo que enseñan estas escuelas de carácter esotérico, y también la simbología en los arquetipos, las metáforas y demás relatos encubiertos (como los mismos libros sagrados cercanos en nuestro contexto cultura —la Biblia—), al profundizar en ellos, es que estamos estudiando de lleno los aspectos más profundos y sutiles de la Psicología.
Toda Psicología verdadera señala siempre en dirección hacia el autoconocimiento.
"Conocerse a sí mismo es conocer a Dios dentro de sí mismo".
Eso decían viejos escritos gnósticos de la antigüedad.

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