Hacer por ti

Si no sabes, te enseño. Si no puedes, te ayudo. Pero si no quieres... Nada puedo hacer por ti.
Vilma Bracamonte nos transmite estas palabras para la reflexión. La mía, de entrada, es la siguiente: eso es una gran verdad y hago mías estas palabras que ya las han dicho otros antes que yo. Muchas veces he visto en mi vida a gente que solamente quieren que les ayudes, curiosamente si lo hacemos y les damos, no lo aprovechan ni lo valoran. Es como si simbólicamente tiraran a la basura el "regalo" que tú les das. Solo se valora aquello que nos cuesta trabajo, dinero y esfuerzo.
Lo curioso es que en la mayoría de los casos se les suele ayudar gratis, o sea, sin cobrarles ni un euro. Van con su cuento de que andan mal de dinero, que lo están pasando mal, que no tienen trabajo, que les ha salido mal un negocio, que alguien les debe y no le pagan, etcétera.
Van dando lástima y se quejan y lamentan de su mala suerte:
"Cuando salga de este bache te pago, yo soy una persona muy seria, tienes mi palabra que en cuanto termine el curso te pago lo que te debo".
Al final resulta que uno les está ayudando también en lo económico y encima, les da una enseñanza y todo gratis. En la mayoría de los casos son los que peor hablaran de ti, desaparecen y siguen sableando a otros incautos por ahí. Por eso a mí me gusta recordar y recomendar en consonancia con estas sabias palabras transcritas:
"Si ves alguien cansado y agotado y que necesita ayuda, ¡ayúdale! O sea, ayúdale a levantar su carga, pónsela sobre sus hombros, pero no la lleves por él".
Hay una metáfora muy bella y significativa que ya he recogido anteriormente en este blog y que ahora recupero de nuevo: El Capullo de una Mariposa.
“Un hombre encontró el capullo de una mariposa y se lo llevó a casa para poder verla cuando saliera de él. Un día, vio que había un pequeño orificio, y entonces se sentó a observar por varias horas, viendo que la mariposa luchaba por poder salir de capullo. El hombre observó que forcejeaba duramente para poder pasar su cuerpo a través del pequeño orificio en el capullo, hasta que llegó un momento en el que pareció haber cesado la lucha, pues aparentemente no progresaba en su intento. Semejaba que se había atascado. Entonces el hombre, en su bondad, decidió ayudar a la mariposa y con una pequeña tijera cortó al lado del orificio del capullo para hacerlo más grande y de esta manera por fin la mariposa pudo salir. Sin embargo, al salir, tenía el cuerpo muy hinchado y unas alas pequeñas y dobladas. El hombre continuó observando, pues esperaba que en cualquier instante las alas se desdoblaran y crecería lo suficiente para soportar al cuerpo, el cual se contraería al reducir lo hinchado que estaba. Ninguna de las dos situaciones sucedieron y la mariposa solamente podía arrastrarse en círculos con su cuerpecito hinchado y sus alas dobladas... Nunca pudo llegar a volar. Lo que el hombre, en su bondad y apuro no entendió, fue que la restricción de la apertura del capullo, y la lucha requerida por la mariposa para salir por el diminuto agujero, era la forma en que la naturaleza forzaba fluidos del cuerpo de la mariposa hacia sus alas, para que estuviesen grandes y fuertes y luego pudiese volar".

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