Esta profesión


Escucho muchos comentarios sobre la hipnosis, sobre la terapia. Muy a menudo me explican qué es de verdad la hipnosis y cómo debe trabajarse con ella. Es constante el bombardeo que me llega sobre qué se debe y qué no se debe hacer con la hipnosis: opiniones que me llegan desde el mundo clínico, desde los profesionales de la hipnosis, desde todo el contubernio relacionado con la farándula y los espectáculos televisivos.
Os confieso que he oído casi de todo y, pese a que llevo en estas lides terapéuticas varias décadas, alguna vez me ha podido confundir tanto entendido y tanto titulado.
Así que no me extraña nada que algunos de los que se acerquen por primera vez a la hipnosis lleguen llenos de prejuicios y de planteamientos equivocados.
El problema es que esto supone, en ocasiones, que acudan al hipnoterapeuta pensando que la hipnosis es una panacea, una varita mágica capaz de lograr imposibles.
Este punto de partida no beneficia en nada el desarrollo de una terapia en hipnosis, ya que la gente quiere y espera una solución rápida y casi milagrosa a su problema.
Es decir, traen muchas veces un problema enquistado durante años, que ha sido abordado sin éxito por médicos, psiquiatras o psicólogos clínicos. Y, además, quieren una solución rápida… ¡Para ayer mismo!
En estas ocasiones es cuando sí creo que la hipnosis tiene peligro, el peligro de que puedan existir hipnotizadores que se aprovechen para vender algo así como milagros a pacientes predispuestos a creerse cualquier cosa.
¿Qué hacer en estos casos? Lógicamente, explicar con toda claridad a la persona sentada enfrente de ti dos ideas que son evidentes y demostrables:
  1.  Que el estado hipnótico es más bien un optimizador, un amplificador de las capacidades propias de cada persona para resolver sus propios problemas. Que el estado hipnótico potencia estas capacidades en trance inducido por el profesional para lograr un mejor abordaje terapéutico, puesto que, al final, la solución estará en el propio paciente. Lo dijo Milton Erickson: “Toda persona tiene a nivel inconsciente todos los recursos y habilidades que se necesitan para modificar pautas de conducta y para el logro de objetivos”.
  2. Que los estudios de meta-análisis han demostrado que cualquier psicoterapia que se realiza en un contexto hipnótico resulta más eficaz y eficiente.

Por lo tanto, la hipnosis complementará, coadyuvará y amplificará la terapia con el potencial que la propia persona ya posee.
Todo esto que te cuento, estimado lector, no es un simple ejercicio teórico.
Tengo sobradamente comprobado que hay gente que no escucha, que viene a terapia con una idea fija que no cambia aunque el profesional se tire una hora explicando y desmitificando la hipnosis y su acción terapéutica. Algunos sólo escuchan su idea preconcebida, el eco de sus propios pensamientos.
La consecuencia puede ser muy decepcionante, puesto que la terapia se encalla y la realidad demuestra lo equivocadas que estaban sus fantasías y prejuicios.
Relataré un ejemplo que me ha ocurrido en Canarias con uno de estos casos con los que, de vez en cuando, me suelo tropezar.
Una persona quería resolver un problema alimentario. Le pregunté, como hago casi siempre, cuál era su meta, en qué quería exactamente que la ayudara. Son preguntas que suelo hacer para marcar bien el terreno y aclarar si puedo o no comprometerme terapéuticamente para lograr dicho objetivo.
En estos casos, he llegado a decir alguna vez: “Si me pides que al final de la terapia puedas volar como Superman o atravesar paredes, tengo que anticipar que no podré ayudarte”.
Cuento esto porque me ha pasado algo curioso que nunca me había sucedido en los 33 años que llevo investigando este mundo de la psicología y el comportamiento humano.
La persona antes citada me pidió (hasta por escrito) que le ayudara a conseguir su problema alimentario. Le pedí información de su tratamiento médico y me lo dio.
Entonces le expliqué que le iba a enseñar a manejar su mente para el logro del objetivo marcado, empleando para ello metodología hipnótica y abordaje práctico en PNL. Le aclaré también que, lógicamente, iba a ser un proceso que le llevaría su tiempo y varias sesiones.
Empleamos dos horas de abordaje, realizamos un viaje retrospectivo a su infancia, a su historia familiar, donde encontramos claves que explicaban su actual comportamiento respecto de la comida. También se produjo ‘abreacción', es decir, liberación de contenidos emocionales. Esta persona, llorando, acabó por decir que había comprendido su “verdadero problema”.
Yo estaba razonablemente satisfecho de cómo había ido la primera sesión terapéutica.
El caso es que, dos días después regresó acompañando a su pareja, que iba a realizar una sesión de regresión hipnótica y me dijo:
- ¡Estoy muy enfadada y frustrada contigo!
Yo no daba crédito y le pregunté el por qué de su enfado, a lo que me respondió, con furia contenida, que era porque no le había realizado una regresión a vidas pasadas.
Casi sin salir de mi asombro, le dije:
- ¿Tú me pediste en algún momento que te hiciera regresión a otras vidas?
Me contestó que no, pero seguía enfadadísima. Le ofrecí enseñarle el papel en el que había escrito su petición:
- ¡No hace falta! –me interrumpió– ,de sobra sé yo lo que escribí.
Puedes imaginar, paciente lector, que en aquel instante sólo me faltó ponerme a buscar dónde estaba la cámara oculta, porque no entendía nada.
Le traté de explicar que, si no me pedía algo, difícilmente iba yo a saber que lo quería cuando, en principio, era un asunto que nada tenía que ver con su problemática alimentaria.
- Tú tenías que saber que yo realmente quería regresión hipnótica a vidas pasadas. En todo caso, tú me lo tenías que haber ofrecido… Quiero que sepas que me siento defraudada.
Insistió hasta tal punto que su pareja le propuso cederle su turno de terapia para que hiciera la regresión, a lo que ella contestó con la misma ira de toda la conversación:
- Ya me conoces de sobra, nunca voy a aceptar tu tiempo, me voy.
Su pareja y yo nos miramos perplejos.
En fin, después le he dado muchas vueltas y he llegado a la absurda conclusión de que esta persona quería que yo, además de hipnoterapeuta, fuera adivino.
Días después me he enterado de que anda hablando mal de mi labor.
Su pareja, que al final aprovechó el tiempo para hacer la citada regresión, recordó y comprendió muchas cosas. Entre ellas, la de por qué estaba “aguantando a esta mujer un tanto desequilibrada”.
De todo tiene que haber en la viña del Señor, dice el refrán
Es curiosa esta profesión, ¿verdad?

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