Embarazo: un alma y dos cuerpos

Cuando unos padres o una mujer embarazada son ayudados y preparados mediante la hipnosis terapéutica, resulta altamente gratificante ver cómo la gestación y el parto discurren de una manera más sencilla y satisfactoria.
La preparación de la mujer embarazada no solamente concierne a las pruebas y controles ginecológicos habituales, sino también y de manera especial, al campo de lo psicológico. Este aspecto abarca lo emocional, el cariño que debe imperar en esos momentos tan especiales que vive la madre, el niño que lleva en su vientre y su pareja.
“La misma alma gobierna los dos cuerpos… Las cosas deseadas por la madre a menudo quedan grabadas en el niño que la madre lleva en su seno en el momento del deseo…”
Leonardo de Vinci
Esto quiere decir que nuestros antepasados eran perfectamente conscientes de que las experiencias positivas o negativas de la mujer embarazada se grababan en su hijo no nacido. En la antigua Esparta, a las mujeres encintas, se las rodeaba de cosas hermosas y estéticas, música, escultura, flores, y naturaleza, para crear un ambiente donde reinara la armonía y la belleza. Y se las trataba con amor, cuidado y respeto a su función eminentemente ‘sagrada’, porque sagrado es albergar en su seno a un alma, a otro ser humano.
Muchas de las antiguas culturas evolucionadas en estos aspectos del espíritu aconsejaban a las embarazadas alejarse de hechos negativos o aterradores. Es decir, a través del tiempo se han comprobado las poderosas influencias que ejercen los miedos y la ansiedad de la madre sobre el feto. Es curioso, pero hasta en escritos como La Biblia o en los del padre de la medicina, Hipócrates, encontramos información acerca de las influencias prenatales.
Un simple ejemplo:

“Cuando María entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Así que oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno y se llenó Isabel del Espíritu Santo”
(Lucas, 1:44)
Y luego continúa:
“Porque así que sonó la voz de tu saludo en mis oídos, el niño saltó de alegría en mi seno”
El doctor Aldred Tomatis trató en cierta ocasión a una niña de cuatro años de nombre Odile. Padecía de autismo y era casi insensible a la palabra hablada. Al margen del idioma en que se dirigían a ella, al cabo de un mes la niña empezó a hablar y prestar atención, lo que provocó la lógica alegría de sus padres, emocionados al ver este importante progreso de su niña.
Ellos hablaban en francés. Sin embargo, la niña mejoraba cuando hablaban en inglés. El enigma se aclaró después: la madre se dio cuenta de que durante la mayor parte del embarazo había trabajado en una empresa donde prácticamente todo el mundo hablaba en inglés.
Por otro lado, aunque fuertemente influenciado por la concepción neurológica y biológica de la ciencia de su época, Sigmund Freud realizó una importante contribución, a la psicología prenatal. Fue cuando demostró más allá de toda duda que las emociones y los sentimientos negativos influyen adversamente en Él se centró especialmente en los aspectos negativos. A este planteamiento se le puede dar la vuelta, porque a la inversa funciona igualmente, es ecir, los sentimientos positivos benefician al bebé que se está gestando.
Lo más importante es su comprensión de que los estados emocionales negativos pueden crear dolor o incluso cambios físicos en el organismo. Dio a estas ideas el nombre de enfermedad psicosomática.
De aquí que muchos investigadores piensen que, si esto es cierto, lo lógico es pensar que las emociones de la madre puedan modelar la personalidad del niño intrauterino.
Para algunos sectores de la ciencia médica, el feto, la criatura que se gesta en el útero materno, es un ser que “ni siente ni padece” (expresado coloquialmente). Pero la tecnología en los últimos años ha avanzado extraordinariamente en este campo. Neurólogos como el doctor Púrpura, de Nueva York, la doctora Salam y el doctor Adams, de Harvard, audiólogos como el doctor Wedenberg de Suecia, y obstetras como el doctor Ferrería de Palo Alto, así como muchos otros muchos investigadores médicos, han demostrado sólidas e indiscutibles pruebas fisiológicas de que el feto es un ser que oye, percibe y siente.
Una vez comprendido todo esto, hay que concluir que en el embarazo pueden plantearse varias circunstancias que deben ser tenidas en cuenta por los profesionales, por la influencia que va a tener en la vida del futuro niño o niña.
Me refiero a la posibilidad de que la futura madre tenga alguna alteración emocional anterior, que padezca de depresión endógena o exógena, o cierta angustia, miedo o estrés excesivo ante la eminencia del embarazo y posterior parto. Me refiero también a la los habituales desajustes emocionales, psíquicos y hasta físicos de los primeros meses debidos al cambio hormonal.
Ante todas estas situaciones, es perfectamente comprensible que la embarazada se asuste o no comprenda dichos cambios.
Por eso hay que estar muy atentos en terapia a la evolución psicológica y emocional de la madre.
Y, después, si nos encontramos con un paciente adulto, nunca estará de más repasar cuáles eran las emociones que dominaban a su madre durante aquellos nueve meses en que fueron un alma con dos cuerpos, como dice De Vinci.

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